La escalera al suelo.

Pero lo que me atraía del camino, eran las piedras que lo componían, o no, o la ausencia de ellas. O la monarquía de la tierra, el imperialismo. Al fin, las piedras quizás sean pequeños retazos de tierra unidas, pero no lo saben. Mejor no les digo, que sean felices en su ser.
Eran luces que iluminaban los caminos, lo que quizás también me generaban el debate entre uno y otro. La duda, el misterio. Porqué debía elegir uno, yo pensaba. Porqué no podía partirme en millares de partículas y tomar todos los caminos juntos. Todos a la vez, todos abrazando la intangible necesidad de caminar, de buscar, de completar, de expandir. De ganarme a mí misma. En cualquier lado, en todos los huecos que deja el sol, sin sombra, nunca oscuro, nunca penumbra. Cómo amaga la inconsciencia en aparecer, no me deja tranquila. A veces me gustaría perder un poco la racionalidad y sentir plenamente. Sin ningún condicionamiento. Igual después vuelvo, siempre. Sin lo racional en mí no sabría elegir exactamente cual palabra utilizar para contarte esto. Y ahora me despido, pero sin antes dejar un potente estruendo mudo de intenciones, porque sin mi intención no gozaría de la necesidad de hacer algo, el disfrute de debatir conmigo que palabra voy a usar para hablarte.

No hay comentarios: